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LOS UASCOS Y LOS EUSCOS

 

Por J M Pascual

 

Un curso de doctorado impartido por don Guillermo Fatás en la facultad zaragozana se titulaba “Sobre el problema vasco”; para él mi admiración y agradecimiento, por su sabia influencia. Durante unas décadas me dediqué a estudiar y ampliar su docencia, en predicar su tesis. Partí de unos conocimientos históricos, respaldados por las evidentes pruebas, hasta alcanzar la más que posible aclaración a tan sugerente y polémico problema, utópico para algunos interesados, que durante décadas pretendieron ajustarlo con alfileres oníricos a objetivos partidistas.

Es aceptada, oficialmente en general, la frase: “La Historia comienza con la escritura”. Dejando la periferia para alcanzar el meollo, vayamos a lo nuestro. Y es irrefutable la realidad: la primera palabra escrita en vascuence lo fue en el monasterio de San Millán de la Cogolla. Primeros siglos de la Reconquista en los que el reino de Pamplona y Nájera afianzó su ubicación en estas tierras  promoviendo y apoyando la cultura monástica y sus escritorios, escribas que desde el latín notariaron temporalmente el romance paladino o dialecto riojano (sic).

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Pergeñemos los pasos históricos brevemente. La Península Ibérica presenta las primeras letras en la antigüedad con la llegada de colonizadores mediterráneos a las costas iberas o de Iberia. Aborígenes descendientes de los paleolíticos, mesolíticos y neolíticos conviven con foráneos emigrantes en la Edad del Bronce; las culturas peninsulares en el sureste, sobre todo del suroeste con Tartesos, obtuvieron el mayor desarrollo y reconocimiento exterior. La Edad del Hierro en la Península Ibérica nos muestra a iberos, a colonizadores talasocráticos mediterráneos y a celtas; lógicamente estos pueblos antiguos hablan distintas lenguas (fenicio, griego, latín, ibero y celta) plasmadas en la escritura con variadas letras o grafías. Nos legaron cultura arqueológica, epigrafía, escritos, monedas, bronces ibéricos, etc.

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Los historiadores clásicos, griegos y romanos, fueron los primeros en relatar la situación política y demográfica en Iberia o Hispania. Definen los últimos años o décadas anteriores al cambio de Era de las gentes que habitan la Península;  y en lo referente a estas tierras recuerdan y citan a los pueblos habitantes: berones, vascones, várdulos, caristios, autrigones y pelendones (extensamente estudiados y catalogados en publicaciones especializadas), que dominaron el territorio que nos ocupa (las actuales regiones riojana, navarra y vascongada).

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El profesor Fatás presentó a los “uascos” como denominación temporal para los vascones (final de la Edad del Hierro) tanto a los habitantes del monte como de la llanura (in saltus, in agro). Estos uascos antiguos habitaron la actual Comunidad Foral y por sus pactos interfamiliares fueron durante el primer siglo a.C. aliados de los conquistadores romanos. Las cohortes romanas superaron la resistencia ibera (Guerras Celtíberas) y proyectaron su dominio hacia la meseta ibérica sometiendo más tarde el Alto Ebro (campaña del general Sertorio contra Varia de los Berones ayudados a su vez por los aliados autrigones, narrada por Tito Livio), región pacificada luego con la rivalidad bélica de cesarianos contra pompeyanos. Estos uascos de la época de Sertorio hablaban y escribían en ibero (v.gr. teseras de amistad y monedas ibéricas en La Custodia, Viana, Navarra). Durante el próximo Imperio de Roma solo se hablará y escribirá oficialmente en latín. Intencionadamente, aún no he citado al idioma vascuence o euskera como lo denominan en la actualidad, pues esta explicación o exposición de “uascos” va referida y sustentada en lo somático, en lo físico o racial, en las personas.

Siglos más tarde, con la caída del Imperio, Roma fiará su futuro a las tropas bárbaras aliadas, tal es el caso de los visigodos con su trayectoria real de Toulouse a Toledo. Pueblos eslavos, germanos y euroasiáticos que emigraron a las ricas tierras imperiales de occidente. Mi tesis avanza ahora en la defensa de que en este siglo V d.C. los euscos (gentes hablantes del euskera) arribaron a los Pirineos Occidentales, región de escaso interés militar y con escasa demografía. Los uascos como etnia frente a los euscos como lengua. Los euscos, hablantes del euskera, moraron en los montes e inaccesibles valles de escaso valor político, y protegidos por la naturaleza perpetuaron su vascuence o euskera; es dicha época no conocieron la escritura y se aislaron en sus manifestaciones culturales. En el 711 los musulmanes norteafricanos invaden la Península y ponen fin a la autoridad visigoda fijando la frontera septentrional en el valle del Ebro, en general. La Reconquista posterior traerá al Alto Ebro la migración de norteños para repoblar las ricas tierras del valle: el reino de Pamplona y Nájera facilitó tierras recuperadas al califato cordobés para los cristianos norteños, principalmente alaveses. Años más tarde, a consecuencia del escritorio emilianense, el vascuence entra en la Historia. Un escriba monástico de San Millán de la Cogolla trazó las primeras grafías junto a las del latín tardío ceremonial. Los euscos de las montañas repoblaron el llano territorio del valle del Ebro y trajeron con ellos su idioma; los repobladores cristianos (castellanos, leoneses y uascos) consolidaron su presencia en los valles hasta ocupar Calahorra.

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Era objetivo de este estudio aclarar la pretérita premisa del vascoiberismo como teoría explicativa, teoría actualmente caída por su propia inexactitud, basada en el vascuence antiguo que iluminaba académicamente la antigüedad hispana. Es obvio que los vascones o uascos no eran euscos, es decir, no hablaban vascuence sino latín; los uascos fueron latinizados como vasconicatus o vascongado y ni los nombres propios ni la toponimia antigua debe explicarse desde dicha perspectiva: sin pretender pontificar, no hay respaldo científico para las supuestas raíces etimológicas euskaldunes. Es mi tesis que a partir del siglo V d.C., con la caída del Imperio romano, los emigrantes euscos o “vascuences de lengua” llegaron como un pueblo bárbaro más al territorio sur de Galia, en menor número que visigodos o vándalos seguramente, y se asentaron en las despobladas montañas del Pirineo Occidental.

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