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Manuscrito Varaco

Varia, urbe, defendida por el último Jefe berón frente al romano Sertorio

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RELATOS DE LA ANTIGÜEDAD

PROCEDENTES DEL MONASTERIO SAN MILLÁN

(Copia de la traducción)

 

 

 

Logroño, 1811

 

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Para mayor gloria de Dios. Alabado sea su nombre, Jesús.

Este humilde fraile, maestro copista del monasterio de San Millán de la Cogolla, servidor de nuestro Rey y Señor de Nájera, obediente de mi superior, acepta el ofrecimiento del padre Jesús, responsable de la biblioteca, y al trabajo de recopilar las hojas, ordenar dos libros antiguos y copiarlos con las nuevas letras dedicaré cuanto tiempo necesite. Dispongo de la ayuda de fray Mateo para el trabajo de las pieles, su adaptación, corte y su preparación idónea elaborando las páginas adecuadas con las pieles de los animales (oveja o cabra para las tapas, y de vaca mayoritariamente) para la formación del futuro becerro o códice como suelen denominar las personas adjudicatarias. Nos acompañan en el escritorio dos jóvenes postulantes, uno de ellos novicio, a quienes enseñamos a leer y escribir con el propósito de lograr su puesto de ayudantes como escribientes y futuros monjes responsables de la biblioteca.

La donación del rey García, nuestro señor, compromete al monasterio en la ejecución de una sala docente adjunta o aula en nuevo edificio, recién construido, para instruir a los niños de la corte con enseñanza de las letras en formación religiosa para mayor gloria y riqueza de sus posesiones. El padre abad me liberó parcialmente de funciones ordinarias para atender a estudiantes y postulantes, en jornadas diurnas. Cumplo con el voto de obediencia como acato el mandato del padre Jesús para recuperar, transcribir y aprender de estos dos libros.

Respondo al compromiso presentando mis intenciones que no son otras que salvar tan importante manuscrito, humildemente soy el único monje con preparación para entender este becerro antiguo, y facilitar el conocimiento del mismo para cuantos futuros lectores tengan curiosidad y necesidad cultural en abrir las tapas de los dos. Y es labor importante porque trata de los primeros habitantes conocidos de nuestras tierras, aquellos que por pronunciar tan fuerte la “be” fueron apodados “Berones” por los antiguos. En su origen fueron unos emigrantes celtas, denominados por sí mismos “Los de la mano blanca, Los del oso o Los del caballo”, y se trasladaron al territorio del Alto Ebro desde las frías y pobres tierras de más allá de los Pirineos, organizándose por zonas urbanas en la Nación berona. Escribo este comentario inicial en el reinado del rey García, señor de Nájera y gran benefactor de nuestro monasterio, como fundador también del de Santa María en su Corte, pero advierto a los futuros lectores que los dos libros fueron escritos en las décadas anteriores al nacimiento de nuestro Señor Jesucristo  en la ciudad de Belén, y que el protagonista nos legó sus hazañas de resistencia celta al conquistador romano. Y también quiero hacer constar que ahora copiaré el latín visigótico de un gran libro hallado recientemente en un rincón de la biblioteca, amontonado con otros y cubierto de un polvo húmedo causante de los males en que se halla, despojo de libro que gracias a Dios nuestro Señor fue salvado con la milagrosa presencia de nuestro abad.

Este obediente monje no pretende ser el protagonista en esta breve introducción, aunque me sea obligatorio sellarlo con mi nombre, sino que debido al mal estado de los becerros, insalvables aparentemente para la comunidad, considera necesario y oportuno comentar algunas frases sueltas, el sentido cierto de las palabras, que con la ayuda del padre José, eminente historiador, hará constar. Toda aportación personal será vestida con los conocimientos de mis hermanos, dada mi ignorancia en tan pretéritos acontecimientos. Adjunto su emérita ciencia que introduce y guía a los futuros estudiosos.

El autor y protagonista de este manuscrito, legado de la biblioteca del visigodo don Pelayo, elegido para la reconquista cristiana de Hispania, fue un viejo Jefe de este territorio berón en el que estamos, refugiado finalmente en los montes cántabros a donde llegó con su familia después de ser derrotado y permanecer unos años escondido en los campos altos pelendones.

Terminó de escribir su relato en el año 35 a. C. (según asegura el padre José) y en él nos describe su apasionante existencia y la de su pueblo celta: primero, su permanencia infantil como rehén en la romana Calagurris, los Berones la denominaban Caladunum, donde sin duda comprendió el poder social, educativo y militar de la poderosa Roma que para superar los ríos construía puentes, que traían agua a las casas de la ciudad por los acueductos, que se daban un puñetazo a la altura del corazón para saludarse los soldados y muchas más extravagancias para una mente celta. De joven, regresó a su ciudad Varia, sita sobre un cerro elevado sobre el Ebro, y asumió el papel de nieto e hijo de los Jefes que le precedieron como se podrá conocer en la lectura de estos libros.

Tras las guerras con los celtíberos, este comentario insiste nuestro hermano historiador el padre José, que conste en el escrito, los Berones taponaron la región durante décadas sin permitir que los romanos accedieran por el Ebro hacia el interior y norte peninsular, y solo las propias rivalidades militares entre los romanos terminaron con Beronia causando muertes, huidas a los montes y mucho dolor. La gente celta o murió en la defensa de sus ciudades o se escondió en las montañas. Algunos permanecieron en sus tierras y se sometieron al conquistador viviendo en sus campos o en la nueva ciudad que surgiría del campamento militar, sita en la otra margen del Ebro, en la desembocadura del río de la montaña.

El autor de los dos libros, vencido por Sertorio, se refugió en los montes cántabros y allí vivió sus últimos años mirando desde sus altas cumbres todos los días de su existencia hacia el Este, hacia Beronia que nunca más pisó. De la pena surge el relato cierto como firma él: “palabra de berón”.

Inauguramos para tal obra un scriptorium o dependencia monástica adosada a la biblioteca, provista de cuatro tablas con sus asientos y los utensilios necesarios: pluma, raspador, tinta y pigmentos. Fray Mateo nos provee del soporte de la escritura. Tres copias decoradas, encuadernadas y conservadas hasta su entrega, ha pedido el superior para después del verano y a ello dedicaremos meses los dos escribientes y yo, que también deberé dibujar alguna miniatura e iluminar las letras iniciales. ¡Que Dios proteja nuestra espalda, dedos y vista!

 

Fray J.Marianus

 

 

 

 

 

 

Post data.- Por encargo del rey García, nuestro señor de Nájera, me esmeraré en la otra copia ornada y pintada con la ayuda de fray Mateo que entregaremos en la festividad de la Virgen de agosto, con motivo de la anual audiencia real a la que asistiré, si Dios me lo permite, acompañando al abad y en la que al solicitarle patrocinio para la finalización de la nueva iglesia le insistiré, si se me permite hablar, en añadir su generosidad manifiesta para un nuevo amplio escritorio, tan necesario, en un próximo edificio adjunto al monasterio, que tan gran gloria y fama dará a su reino y con el cual podremos satisfacer a cuantos encargos reales, condales o eclesiásticos reciba el monasterio de San Millán.

El abad, añado como noticia, ha recogido hace unos meses a un arquitecto franco y a su familia en la chabola de la era, quien dirige las obras de cimentación para tan magna iglesia del monasterio de abajo y al grupo de canteros, mientras su hijo mayor esculpe la piedra de los capiteles en un admirado estilo nuevo que por asemejarse al romano, arcos semicirculares y fustes lisos en las columnas, lo llama románico si bien nos parece más pesado y menos esbelto como deducimos en las recientes conversaciones dominicales que mantenemos los monjes en el escritorio. El maestro galo y sus dos hijos, que fue viudo al llegar al reino, convenció a nuestro Rey para construir el nuevo templo al patrono hispano San Millán y superó la prueba monacal con los planos y explicaciones de su fábrica, con una estructura en piedra y la cubierta de madera, y a cuyo edificio podrían añadirse capillas, un claustro con habitaciones encima y almacenes con cocina al exterior en el lado meridional. Prometió ejecutar el proyecto de su vida: una sacristía y un escritorio en un edificio único adosado lateralmente al ábside. Para entonces ya habremos copiado el Manuscrito del Berón.

 

N.B.- Si alguien osara hacer daño a estos libros, que se enfrente ante Dios tras su muerte, y en la vida cumpla la desgracia, la prisión y la penitencia por tan magno pecado.

 

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Para descargar el libro completo en pdf pulsar aquí.

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